La potencia entregada por un motor de combustión interna depende fundamentalmente del volumen de aire y la cantidad de combustible correspondiente ( la relación es 15:1), que puedan ser puestas a disposición del mismo.
Si esta potencia se desea aumentar necesariamente deberemos tener mayor cantidad de aire para poder quemar más combustible. En un motor aspirado esto se puede conseguir siguiendo dos métodos posibles: uno aumentando la cilindrada lo cual nos dará un motor más pesado y de mayores dimensiones con una relación peso potencia baja; otro, es aumentar el número de revoluciones del motor, esto tiene como consecuencia el problema ( sobre todo en motores grandes) de las cargas en bielas y cigüeñal, también la velocidad de pasaje del fluido aspirado a través de las válvulas de admisión aumenta, lo que produce pérdidas de cargas considerables.
Una mejor solución desde el punto de vista técnico es precomprimir el aire que ingresa al motor, de esta forma para un mismo volumen (cilindrada) habrá un mayor peso de aire, pudiendo así quemar mayor cantidad de combustible con el consiguiente aumento de potencia para un mismo número de revoluciones e igual cilindrada.
Para precomprimir el aire será necesario un compresor, este puede estar accionado mecánicamente ( por el eje del motor), eléctricamente, etc.. Los métodos señalados tienen el inconveniente de consumir parte de la potencia que genera el motor.
En un motor de combustión interna, de la energía que libera el combustible quemado se aprovecha aproximadamente un tercio, otro tercio se pierde en el sistema de refrigeración como emisión de baja temperatura, el tercio restante se pierde en los gases de escape. En la búsqueda de algún elemento que aproveche esta energía perdida a través de los gases de escape es que surge la idea del TURBOCOMPRESOR ( ver principio de funcionamiento) para precomprimir el aire que ingresa al motor.